viernes, 29 de julio de 2016

Sobre el estilo


La vanidad nos invita a llamar estilo a la repetición de elementos, osea a la evidencia de una limitación. 

Podríamos decir que es perceptible el estilo de un escritor cuando reconocemos, sus estrategias de escritura, sus herramientas lingüísticas:  si es nominal, verbal, hierático, moderno o lacónico; y como combina a cada una de estas en su obra, aun sin saber efectivamente que él fue quien escribió el texto. 
Algunos suponen que carecer de estilo es una debilidad,  sin embargo, es probable que pueda llegar a poseer estilo cualquiera que tenga el oficio o inclusive el hábito de escribir. Aun en los textos más elementales, en los carentes de pretensiones artísticas se puede percibir un estilo. Yo recuerdo que mi madre cuando salía de casa y nos dejaba a cargo a mi hermano y a mí, solía dejar notas escritas que siempre finalizaban con consejos morales del tipo de: Pórtense bien, sean buenos y no se peleen, etcétera y así se podía percibir una impronta estética.
De este modo estaríamos reduciendo la noción de estilo a la mera repetición de elementos. 

Otro tema de discusión independiente sería si en el arte, es mejor el que posee un estilo compuesto de muchísimos elementos, o si es superior quien es dueño de un estilo formado con poquísimos elementos. Se me ocurre pensar que quien sea poseedor de un estilo particularmente rudimentario no es capaz de crear obras maestras, sin embargo gran parte de los artistas del siglo XX estarían en desacuerdo, especialmente los minimalistas. Ahora bien, si damos por hecho que a mayor cantidad de elementos y combinaciones de los mismos, mejor es el estilo, nos encontramos con el siguiente conflicto:

Imaginemos que con la intención llegar al estilo perfecto un hombre muy lúcido se dispone a utilizar todos los elementos con todas sus posibles combinaciones y los plasma en su obra de arte. Pongamos por caso que se trata de un escritor y esos elementos serían todos los que se utilizan para escribir. Éste hombre, que es muy lúcido utiliza todos los elementos y los imprime en una obra literaria que pretende tener un estilo perfecto.
Una vez terminada su obra, piensa que su estilo es perfecto porque posee todos los elementos existentes en todas sus combinaciones existentes y por tal razón su estilo es muy vasto, pero finito, y si tiene fin, no puede ser perfecto. Entonces razona que un número finito de elementos no puede generar un número infinito de combinaciones, en otras palabras: los elementos son muchísimos y sus posibles combinaciones más aun, pero no infinitas. 
Más tarde se percata de que todo su esfuerzo fue en vano porque la vastedad de su estilo no conduce necesariamente a la belleza y ponerse en el trabajo desarrollar un estilo solo tiene sentido por su valor estético, osea que escribió una obra con fines estéticos que no es necesariamente bella. 

Mientras tanto un ser perfecto se dispone a inventar, palabras, signos de puntuación, inclusive novedosos elementos infinitamente para utilizarlos en su obra infinita, con lo que finalmente concluiríamos que el estilo perfecto sería la ausencia de estilo. O bien podríamos concluir que para que haya estilo tiene que haber límites y la perfección exige infinitud, razón por la que no existe el estilo perfecto. Todo esto, si reducimos la noción de estilo a la repetición de elementos. 
Y por supuesto esta obra solo podrá ser disfrutada por otro ser infinito y perfecto.

Al hablar de infinito y literatura recordé el Teorema del mono infinito de  Borel-Cantelli, que afirma que un mono presionando teclas azarosamente en una máquina de escribir durante tiempo infinito, podría escribir una obra de Shakespeare (O de cualquier otro) y esto es perfectamente posible porque cuando un número finito de contables (en este caso: puntuaciones, letras, palabras, frases, textos) se somete a la infinita combinación de los mismos, en algún momento sucederá la obra de Shakespeare, inclusive será reescrito este ridículo monólogo.
A pesar de que esto suene fantástico, le aseguro que mucho más asombrosa resulta la teoría de Charles Darwin que supone que el primate sometido a un transcurso finito de tiempo puede evolucionar de tal modo que un día está escribiendo Romeo y Julieta.   


No hay comentarios:

Publicar un comentario