viernes, 26 de agosto de 2016

Sobre la práctica de hablar mal a espaldas de alguien


Se estimulan mucho dos interlocutores cuando hablan mal de un tercero ausente. Esta actividad tan difundida y practicada podría remontarse a los orígenes de la comunicación. Es fácil imaginarse a dos féminas prehistóricas hablando del feo cabello de otra, o  al másculo bromeando acerca del diminuto pene del líder.

Algunas personas, especialmente los raperos, denuncian en sus letras ser blancos de difamaciones de este tipo y de algún modo se regodean diciendo cosas como: "Sé que hablan de mí", o, "Mientras ustedes me critican yo sigo mi camino". La vanidad les hace creer que los tenemos en cuenta, que los odiamos, posiblemente por envidia, cuando en realidad, todos sabemos que es mucho más estimulante hablar mal del nuevo novio de una amiga. En definitiva aprovechamos para enviarle este mensaje a los raperos que sospechan de nuestra cizaña para decirles que no los odiamos, no los envidiamos y no hablamos mal de ellos, porque siquiera los recordamos. Lamentablemente no podemos decir lo mismo del nuevo novio de nuestra amiga.

En Argentina esta práctica es conocida como Sacar el cuero, o sea despellejar. Para que prospere como actividad es necesario ajustarse a algunas reglas que expongo a continuación:

-Se necesitan dos o más interlocutores de cualquier sexo, sabiendo que cuando son del mismo se suele generar más complicidad y prospera más y mejor la cizaña. No se recomiendan más de cinco.

-Se dialogará sobre una persona o más, siempre que estén ausentes; ya sea de una debilidad particular o de toda su persona en general.

-Para que la jornada difamatoria sea más extensa se recomienda que los interlocutores estén cómodamente sentados. Pueden beber mate, té, café o cualquier otra infusión acompañada de cualquier producto de panadería. No se recomienda consumir bebidas espirituosas, ya que fácilmente se pueden distraer los interlocutores. 

-Jamás debemos acudir a la razón, sin embargo debemos estar convencidos de que estamos siendo perfectamente razonables.

-Cada interlocutor debe ser cuidadoso con los aspectos que critica del ausente. Si alguna de las características criticadas es también poseída por otro de los interlocutores presentes se corre riesgo de que se termine la jornada de difamación o que se genere una fisura en el discurso por el que se filtre la razón y se pierda fuerza en el ataque y como consecuencia de esto, decaiga el estímulo.

-No se debe tener escrúpulo y las críticas deben ser tan crueles y desmesuradas como la moral de los interlocutores lo permita.

-No se debe excusar al atacado a menos que la excusa se sepa ineficaz desde antes de plantearla, solo para demostrar inmediatamente la inconsistencia de la misma y así multiplicar la fuerza discursiva diciendo frases como: ¿¡Para qué intentamos excusarlo si es indefendible!?

-Si desgraciadamente llega a la reunión la persona a la que se le está sacando el cuero, no todo está perdido. Todos los interlocutores lo tratarán amablemente, se le harán preguntas capciosas y mientras pronuncie las respuestas los difamadores se comunicarán con disimulados y burlistas gestos que el difamado no debe ver. (Este modo no es recomendado para todos. Solo prospera cuando los interlocutores son muy doctos en la cizaña)

- La jornada concluirá cuando ya no sea estimulante. Es fácil descubrir cuándo es el momento propicio para finalizar el diálogo. Comúnmente se deja de hablar mal del ausente y algún interlocutor comienza a hacer preguntas personales de las que no le interesa oír la respuesta, y al que responde no le interesa responder, como por ejemplo: ¿Y cómo está de salud la vecina de tu mamá?

- Una vez concluida la jornada, los interlocutores deben creer que se trató de una reunión de amigos y jamás deben considerar que solo los convoca el gusto y placer de hablar mal de personas ausentes.  

*Algunos experimentados especialistas en la materia, a sabiendas del gran estimulo que produce la malicia, optan por ir más allá y practican la cizaña en familia, difamando a tíos, primos, concuñados, inclusive a hermanos e hijos.