viernes, 2 de octubre de 2015

Sobre los corderos disfrazados de lobo

Con este título me quiero referir a los cobardes que intentan mostrarse temerarios solo en las circunstancias en las que no es posible demostrar su “valor”. 


En primera instancia es necesario recordar que un temerario es alguien que posee valor pero no razón, es imprudente y sus hazañas no son tal cosa, ya que carentes de toda razón son más bien locuras. Aun así, mucho peor que el temerario, es el cordero disfrazado de lobo o el falso temerario, que es un personaje que a continuación voy a describir aunque seguro que usted ya conoce.



Este trastorno se da principalmente en hombres que, siendo demasiado cobardes como para actuar con temeridad, e infinitamente necios para asumir su condición, optan por montar un personaje que amenaza ser capaz de someterse a grandes peligros, solo por saber que no los va a afrontar nunca. Para terminar de figurarnos podemos recordar al chapulín colorado de Roberto Gómez Bolaños, diciendo: “Sí lo hago, sí lo hago, sí lo hago” ante una situación de riesgo. 

El punto es que Chespirito los caricaturó con la ternura típica de todos sus personajes, aunque en la realidad, los corderos disfrazados de lobo son desde molestos hasta insufribles.

Al atravesar la adolescencia, que es comúnmente cuando comienzan los síntomas, el cordero disfrazado de lobo, dice haber enfrentado a miles de profesores en contiendas que nadie tuvo el privilegio de presenciar, parece no importarle nada, fuma de manera estrepitosa y cuando sus compañeros hablan de mujeres hermosas, él relata miles de jergas compartidas con ellas, cuando alguien pide pruebas, por alguna extraña razón éstas nunca están disponibles. A simple vista son aventureros alocados y ocasionalmente pueden relatar sempiternas historias en las que quedan expuestas sus infinitas virtudes, sin embargo algo nos hace sospechar al oírlos, porque son rotundamente vigorosos al relatar, pero perezosos a más no poder en sus acciones.


Parece ser que todas las butacas de automóvil están tapizadas con cuero de lobo, razón por la que gran parte de los conductores, por más ovinos que sean sus temperamentos, son contaminados de esta supuesta temeridad y desde sus vehículos no se privan de arrojar, desde injurias de todo tipo y amenazas, hasta consejos básicos de seguridad vial, pero siempre recordándoles a los otros conductores que sus mujeres son infieles exhibiendo una simple seña en la que retraen sobre la palma de la mano los dedos anular y mayor dejando descansar el pulgar sobre estos y manteniendo particularmente erguidos los dedos índice y meñique. Todo este espectáculo dantesco prospera porque, aun el vehículo más lento, es más rápido que cualquier peatón, inclusive si el transeúnte injuriado es el mismísimo Usain Bolt. Cuando ambos interlocutores se encuentran en automóvil jamás se afrentan si están próximos. A partir de esta situación surge la teoría de que a mayor distancia con el agraviado, más temeridad, y a menor distancia, mayor discreción, inclusive, a menos de dos metros actúan con sumisión.



Un cordero disfrazado de lobo no deja pasar ninguna oportunidad de decir piropos y menos aun si está acompañado de media docena de amigos, que comúnmente festejan las aberrantes frases que éste vocifera. Sabemos que el piropo surge con la intención de elogiar alguna nota de belleza poseída por alguien desconocido, resulta particularmente enojoso recibir un piropo de alguien con quien nos frecuentamos a diario, principalmente porque el piropo es un grito desesperado del que sabe que no puede ser amado por aquel a quien está elogiando, posiblemente por ésta razón, el cordero disfrazado de lobo, haciendo gala de su supuesto arrojo, cambió la función del piropo y en vez de intentar halagar a quien sabe que no lo va a amar nunca, lo somete a pesares, con piropos que no son otra cosa que ofensas rimadas. Sin embargo, si por alguna razón, quien recibe esta injuria, da media vuelta y se aproxima al poetizo, notará que se hacen menos visibles sus dientes de lobo y quedan expuestas sus erizadas y blanquecinas lanas. 



Cuando alguien relata una historia heroica o conflictiva, el cordero disfrazado de lobo inmediatamente comenta como él hubiese mejorado el desempeño del héroe, y al escucharlo algunos tienen la sensación de que Leónidas y los trecientos espartanos hubiesen logrado mejores resultados en las Termópilas estado comandados por esta mendaz ovejita ornamentada. En términos generales son capaces de duplicar, triplicar, quintuplicar todas las hazañas conocidas, al menos en sus relatos. Además son capaces de rechazar cualquier soborno, por más ostentoso que sea, mientras no le sea realmente ofrecido; suelen pronunciar frases como: Yo a esa mujer, no la toco ni por un millón de dólares y por supuesto cumplen con su palabra comúnmente por dos razones; porque la mujer de la que hablan ya los rechazó antes a ellos y porque nadie les ofrecería un millón de dólares por ninguna razón.



Por último y a modo de consejo, en el caso de que usted desee mantenerse distante de las ovejas disfrazadas de lobo, es importante que no lea nada publicado en blogs, y si habitualmente lee blogs, no se los tome demasiado en serio, y si los toma demasiado en serio, no los comente, y si los comenta, no se enzarce en discusiones vanas, ciberberrinches y toda esa clase de demostraciones de vigor típica de aquellos que desde la comodidad de sus hogares pretenden abrigar sus sienes con Laureles, sin antes transpirar ni una sola gota, pensar, ni exponerse a riesgos mayores.


Sin otro particular, los dejo hasta el próximo viernes, día en el que, desde la comodidad de mi hogar, luciré una vez más mi feroz dentadura postiza.