viernes, 13 de noviembre de 2015

Sobre el dinero


El monólogo del día se propone analizar un tema que fue tratado incontables veces  y este blog que es especialista en decir cosas ya dichas y que tiene menos novedades que las matemáticas, no se podía privar de ahondar allí donde no hay profundidad alguna. El tema del día es el dinero.

A lo largo de mi vida he escuchado opiniones diversas, ocasionalmente, opuestas, que van desde: el dinero es una porquería y solo trae problemas, hasta: el dinero es la única buena noticia de este mundo. Yo, con la escasa capacidad intelectual que me caracteriza voy a intentar, con la ineficacia que me define, posicionar al dinero en el pedestal que le corresponda.

En primer lugar es necesario que acordemos que la felicidad es el objeto primero, y evaluaremos el dinero en función de la felicidad o no que proporcione. 

Cuando yo era niño, solíamos preguntarnos con mis amigos qué haríamos si encontrásemos la lámpara del genio al modo de Las mil y una noches y nos concediesen tres deseos. La mayoría pedía posesiones muebles e inmuebles de gran valor, otros, más espirituales, pedían paz, otros con intereses económicos, pero más astutos que los primeros, pedían infinita cantidad de dinero y los que yo considero los mejores solían pedir felicidad, porque en última instancia, los objetos de gran valor, la paz, el dinero infinito, los pedían para otorgarse bien estar, que en su estado máximo de desarrollo es lo que conocemos como felicidad. Todos los que encontraban la lámpara pedían cosas para su propia satisfacción, salvo los más generosos que pedían en el segundo o tercer deseo algún bien para otro, por supuesto no debemos olvidar a quienes con una actitud poco romántica y especuladora pedían en el primer deseo que les concedan infinitos deseos y a partir de este pedido el segundo y el tercero tienen la misma importancia que el setecientos veintitrés o el mil cuarenta. En definitiva, parece que en la categoría “Encuentro de lámparas mágicas” la mayoría de los deseos son de carácter económico. 

 El término dinero, viene del latín denarius que era la moneda utilizada en la antigua Roma y equivalía a diez asas, sin embargo, el dinero (con otro nombre) ya existía antes de la fundación de roma, de hecho se lo nombra en el Código de Hammurabi.  

Desde tiempos remotos muchos fueron los que se preguntaron acerca del dinero, de hecho, Aristóteles, en su Ética nicomaquea dividió la vida humana en tres clases a saber:

-LO QUE UNO ES.
-LO QUE UNO TIENE.
-LO QUE UNO REPRESENTA.

Dejando en el segundo aspecto a todas las posesiones materiales; en el primero la personalidad, comprendiendo a esta como: salud, fuerza, belleza, temperamento, carácter moral la inteligencia y su desarrollo, y por último la opinión que tengan de nosotros dividida en honor, categoría y gloria. Comprendiendo que generan más dicha las cosas que provienen del interior (Lo que uno es) que aquellas que tenemos o representamos, que además se pierden con mayor facilidad, precisamente por no sernos del todo propias.

También Epicuro dividió en tres partes, pero a las necesidades humanas a saber:

-NATURALES Y NECESARIAS.
-NATURALES, NO NECESARIAS.
-NI NATURALES, NI NECESARIAS.

Entendiendo que el primer ítem es para las necesidades alimenticias y de vestimentas básicas, el segundo para la satisfacción sexual y el tercero y último para el lujo y la abundancia.
   
Como ante última cita voy a referirme a Schopenhauer, que de hecho es quien citó a los autores anteriores en el Arte del buen vivir, y decía al respecto del dinero más o menos lo siguiente:

SE ACUSA CON FRECUENCIA A LOS HOMBRES DE FIJARSE MÁS QUE NADA EN EL DINERO Y DE AMARLO MÁS QUE A TODO EL MUNDO. SIN EMBARGO ES MUY NATURAL, CASI INEVITABLE, AMAR LO QUE, SEMEJANTE A UN PROTEO INFATIGABLE, ESTÁ DISPUESTO EN SOLO UN INSTANTE A TOMAR LA FORMA DEL OBJETO ACTUAL DE NUESTROS DESEOS TAN MÓVILES O DE NUESTRAS NECESIDADES TAN DIVERSAS.

Por supuesto, esto no es todo y esta sentencia no es definitiva. Schopenhauer se percató también de que lo ya obtenido deja de interesarnos y el deseo se aloja en lo que no tenemos, de manera tal que el dinero es útil como herramienta para obtener lo deseado y deja de serlo cuando se convierte en el deseo mismo. Cuando dejamos de usar el dinero como herramienta, para posicionar a este entre nuestros deseos, no existirá nunca una suma que nos deje absolutamente satisfechos. En pocas palabras, desear el dinero es la mejor manera de arruinar lo único que tiene de positivo el dinero.   

En la última cita de este post voy a referirme a mi tío gordo, Osvaldo Parizia, que solía contar un chiste que funcionaba a partir de invertir las palabras de la famosa frase:

Prefiero ser pobre y sano, que rico y enfermo, 

presentándola del siguiente modo: 

PREFIERO SER RICO Y SANO, QUE POBRE Y ENFERMO. 

El punto a analizar es que ciertamente es preferible ser sano y pobre, porque la pobreza, permite ciertos disfrutes, mientras se hayan alcanzado las premisas mínimas que plantea Epicuro (naturales y necesarias), se puede disfrutar del amor, de la amistad, del pensamiento, de la conversación, de la familia y de muchas otras análogas, por el contrario se hace muy difícil el goce de cualquier actividad, por más ostentosa, lujosa, pomposa y deseada que sea, si nos entra un bichito en el ojo, y fíjese, querido lector, que estoy poniendo como ejemplo una pérdida de salud insignificante y pasajera, ni hablar de la imposibilidad de goce que supone la pérdida de salud que es significativa e irreversible. Aun así es necesario recordar que no todo rico tiene un bicho en el ojo, y por esta razón deja de ser un chiste esto de RICO Y SANO, porque una cosa no quita necesariamente a la otra, del mismo modo que debemos admitir que la riqueza monetaria no es sinónimo de felicidad, tampoco podemos admitir lo contrario y si, debemos reconocer la potencia del dinero. 

Quisiera ahora, más o menos con los mismos fundamentos, desmentir aquella frase que dice: 

EL DINERO NO COMPRA LA FELICIDAD, PERO PREFIERO LLORAR EN UN FERRARI.

A diferencia del chiste primero, éste es menos veraz, porque el Ferrari supone algo ostentoso deseado, y a la vez la promesa de una gran dicha por haber alcanzado tal deseo, entonces, también representa la pérdida de una causa más de placer, quiero decir, si se es infeliz sin ser poseedor de un Ferrari, al menos tenemos la esperanza de que poseyendo uno podríamos alcanzar la felicidad, por el contrario llorar sobre un Ferrari supone un infeliz que debe depositar su deseo en cualquier otra cosa que no sea poseer un Ferrari. 

En definitiva y para terminar, este blog se declara defensor del amor, el pensamiento, la amistad y en general todas aquellas cosas que se cultivan de nuestra piel hacia adentro, sin embargo no cae en la tentación de repetir adocenados discursos, y si cae en la tentación de repetir los discursos de Epicuro y Schopenhauer con la torpeza e inocultable dicción de cotorra, tan característica de nuestros textos.