Nosotros, los ignorantes, creemos que inauguramos,
descubrimos y creamos más que ningún otro ser. Por nuestra condición de
ignorantes solemos sentimos genios y por sentirnos genios estamos condenados
eternamente a la ignorancia.
Recuerdo cuando inventé el acorde Do mayor, fue la cálida mañana del 27 de Septiembre de 1999. Por supuesto, yo jamás lo hubiese llamado
Do mayor, se me ocurrían nombres como: Gemido de libélula o destellos vernales. Durante el atardecer del 29 de Septiembre decidí hacer público
mi descubrimiento armónico ante un selecto círculo de amigos y familiares. La expectativa generada era tan grande como mi ansiedad. Todo fue magnífico; posé mis manos sobre las cuerdas y toqué mi acorde con decisión, entonces todos quedaron en silencio hasta que uno de los presentes, con no menos conocimientos
musicales que malicia, informó al resto que lo que yo estaba
tocando no era ningún invento mío. Agregó que era un acorde utilizado desde hace poco
más de medio milenio y que, para mayor desilusión mía, llevaba el insulso y
flemático nombre de Do mayor. A partir de este suceso se me ocurrió pensar que,
tal vez, muchísimos de mis geniales inventos podrían haber sido ya inventados sin que yo lo supiese.
En el mundo de la literatura esto sucede con insólita recurrencia, y creo que seguirá sucediendo. De vez en cuando aparecerá un escritor jactándose de haber
desarrollado algo nuevo. Llegará con su obra como quien llega con un paquete de luz bajo el sobaco y tratará de persuadirnos de que él es el inventor de la novela policíaca.
Para los artistas ignorantes, la novedad y la originalidad son las cumbres del arte. Por supuesto creemos esto porque nos consideramos creadores natos. Inclusive, si sospechamos que no estamos siendo lo suficientemente vanguardistas, somos capaces de generar obras
carentes de toda razón.
No creo que sea nocivo el hecho de que se
escriban cosas ya escritas, lo
llamativo es que la crítica premie con el adjetivo de novedoso a obras que
definitivamente no lo son. Debemos recordar que la novedad no lo es todo y lejos está de ser la única pretensión
artística. Contrariamente en el mundo de la ciencia ningún sentido tiene escribir
y publicar un ensayo que diga cosas ya dichas, quiero decir: Qué aporte haría a
la ciencia que yo escriba: Los seres vivos evolucionan. Aunque parezca difícil de
creer todos los años se publican ensayos psicológicos con planteos sino
idénticos al menos muy parecidos a otros ya divulgados y esto no solo se da en
esta disciplina académica.
Es importante recordar además que algunos genios
se concentraron tanto en sus investigaciones y producciones, y dedicaron tanto tiempo a eso, que llegaron a despreocuparse de las
publicaciones. Mientras al señor Charles Darwin le demandó más de veinte años
publicar El origen de las especies después de haberla terminado, yo ya publiqué
esto que recién se me ocurre. Muchos ya
me dijeron que este texto ya fue escrito, que esta idea ya fue planteada y de hecho,
en muchas ocasiones, en la mayoría, con mayor nobleza. Sin embargo, yo
que no sé, ni me importa si es así, oficiando como ignorante indiferente, largo
este monólogo al mundo con la intención de ser novedoso porque en definitiva a
nosotros los ignorantes nada nos conmueve más que la sensación de revelar
novedades al mundo.
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