viernes, 4 de marzo de 2016

Sobre la memoria:


Recuerdo que en mi infancia solía olvidarme de muchas cosas con asombrosa facilidad, más de una vez, dentro del supermercado, y de cara al carnicero, solíamos quedarnos algunos segundos sosteniendo nuestras miradas, él posiblemente creyendo que yo estaba intentando recordar que corte quería, yo preguntándome que hacía en la carnicería del supermercado. Con el paso de los años mi memoria se fue ampliando aunque muy levemente; ya para la adolescencia podía recordar hasta tres artículos, aun siendo estos de diferentes secciones, con combinaciones tan poco lógicas como perfumería, carnicería y artículos del hogar. Este desarrollo de mi memoria fue significativo pero, aun así deficiente; más de una vez le adjudiqué frases de Shakespeare a Maradona, inclusive una vez, le otorgué una de Nietzsche a Jesús (Creo que mi mente los asocia, según recuerdo, porque ambos usaban bigote).   

Vale aclarar que existen diferentes categorías de memoria, inclusive pareciera que hay una buena y una mala memoria. Solía pensar que tenía buena memoria quien podía recordar absolutamente todo, por ejemplo: en que butaca se sentó la vigesimoséptima vez que viajó en bus.  Por el contario, mala memoria sería la del que ya hace tres minutos que está en la carnicería preguntándose qué hace en ese lugar mirándose a los ojos con un señor repleto de manchas de sangre que sostiene un cuchillo tan grande. Sin embargo y a pesar de que parece ser que estas son las dos clases de memoria, puedo asegurar (si mal no recuerdo) que a los dieciocho años (si mal no recuerdo) me pregunté por qué no podía olvidar a aquella que tanto quise y cómo podía ser que recordar algo ahora fuese sinónimo de mal,  de memoria mala. Recuerdo también a un profesor de historia que tenía poca memoria y era muy orgulloso; cuando alguien le preguntaba algo y él no recordaba la respuesta se inventaba una, a razón de este doble padecer del señor profesor Sánchez yo insistí durante muchos años en que Colón había llegado a las costas de América en el año 1942, lo que indica que memorizar cosas mal aprendidas también es causante de memoria mala.  A partir de este conflicto planteé la siguiente fórmula:

Dos tipos  de mala memoria, La clásica: querer recordar algo y no poder, y la realmente mala, querer olvidar y no poder.

Con esta fórmula dejé de llamar mala memoria al hecho de olvidar y comencé a sentirme un virtuoso del olvido, de hecho siquiera recuerdo quien era la que no podía olvidar y tanto quise porque ya la olvidé; como dijo Martín Lutero: el pasado está lleno de cosas que no recuerdo. Aunque pensándolo bien creo que esa frase la dijo Martin Luther King, (Creo que mi mente los asocia porque ambos eran alemanes). Si me pongo a hacer memoria me parece que esa frase no la dijo ninguno de los dos, así que voy a operar como todos los que no recordamos bien quien dice una u otra cosa apropiándome de la frase, si, así es, esa frase es mía, es más, voy a agregar algunas cosas más al respecto en el párrafo siguiente.

Si mi memoria me acompaña, en el párrafo anterior dije claramente que la memoria opera de forma sorprendente, hasta con cierto excentricismo, y esto se evidencia cuando nos trae a la mente recuerdos retocados repletos de encantos que la vivencia en tiempo presente de la misma anécdota no tenía, la memoria nos trae siempre información falsa, nos hace creer que la niñez fue hermosa, que nuestras ex parejas eran adorables,  y por sobre todas las cosas nos cuenta una historia feliz de nuestra vida cuando en realidad éramos los mismos hastiados de la densa realidad que somos hoy.

De cualquier modo no recuerdo porqué comencé a contarle todo esto señor carnicero, lo único que recuerdo es que quería un kilo de, de, de… No me lo va a creer pero me olvidé, espéreme aquí que yo voy a volver a mi casa a preguntarle a mi mamá y vuelvo a charlar con usted o a comprarle carne, que aunque parezcan ser cosas muy distintas, a quién le importa que hagamos, si lo mismo me voy a olvidar y usted también.  

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