viernes, 6 de noviembre de 2015

Sobre las caídas

Caerse es algo espantoso y aunque haya encontrado pocos ensayos al respecto fuera de los traumatológicos, voy a analizar otros aspectos a saber tan importantes como los médicos.

Es necesario hacer la división entre los que caen en soledad y quienes dejan testigos del desliz. A la vez, quienes caen en compañía se comportan de diferentes maneras según se trate de amigos o desconocidos. Caerse de frente a nuestras amistades (y cuando digo DE FRENTE me refiero a con ellos como testigos y no al acto de colisionar la parte delantera del cráneo contra el suelo) parece ser menos bochornoso considerando que en caso de tratarse de un golpe que no deje lesiones, puede generar una situación humorística, incómoda, pero humorística al fin. Por el contrario caerse frente a desconocidos se inscribe entre las máximas vergüenzas que pueda padecer un ser humano. Es extraño, pero funciona así, probablemente nos resulte tan vergonzoso porque consideramos que todo el mundo nos está prestando atención constantemente y no solo eso, además imaginamos que somos tan geniales que resulta insoportable dejar expuesta una torpeza tan evidente y más tratándose de una operación tan simple y ensayada como la de caminar.   

Caerse, golpearse y simular que no duele es un error porque los gestos de nuestro rostro ante el dolor son muy difíciles de disimular y al fingir queda expuesto nuestro falso vigor, mientras que si tomamos el camino opuesto y exageramos dolor e inmediatamente nos reponemos sobre nuestros dos pies, en la posición habitual y esperada para un transeúnte, generaremos compasión y admiración en los testigos. Compasión por vernos padecer grandemente y admiración al observar que nos reponemos a tal contrariedad.

Son muy pocos los que cayeron en público y salieron airosos de la situación, aun así hay agravantes, y entre estos, la peor caída debe ser la que sucede en el escenario y que deja a hermosas modelos desplomadas y en posiciones poco elegantes sobre la pasarela, o la de los cantantes que a pesar de caerse y soltar el micrófono al menos nos permiten seguir escuchando la canción por que tuvieron el buen tino de hacer playback durante toda su carrera. Esto no es todo, desde que los teléfonos móviles incorporaron filmadoras se han registrado millones de caídas y se compartieron en todas las redes sociales, de manera tal que nadie está exento de ser protagonista de una caída filmada y difundida que de seguro será vista por millones de personas, ya que las caídas se han convertido en una especie de subgénero de súper éxito en el mundo de los videos de Internet.   

Aquí, muy cerca de mi casa vive una señora que ejerce de pitonisa. Todos la conocen; la mayoría de los vecinos contrataron alguna vez sus servicios y quienes son ilustrados en las artes adivinatorias dicen que doña Sibila puede predecir el futuro con gran precisión. Yo no puedo negar estas declaraciones por que un día nublado la crucé en la vereda y con esa misteriosa voz que solo las pitonisas tienen, me dijo: ¡Parece que va a llover! y al ver que yo me quedé como esperando otra revelación más, abrió su gran boca y de sus rollizos labios salió la siguiente declaración: ¡Hasta luego! Yo dije antes que no podía negar que esta mujer fuese una verdadera adivina del futuro, porque ese día, increíblemente no llovió, entonces comprendí porqué razón ella me dijo: PARECE que va a llover. Yo comencé a confiar en su poder cuando la crucé por segunda vez ese día y comprendí porqué me dijo la primera vez ¡Hasta luego!. Sin embargo mi fe comenzó a desmoronarse unas pocas semanas después cuando la vi caerse al tropezar con el desnivel de la esquina. La pobre vieja se desparramó en el suelo y aunque no se hizo el más mínimo rasguño, los presentes nos preguntamos cómo podía ser que una adivina de tal alcurnia no pudo predecir un hecho tan simple como el de evitar una caída que le quitaría el ochenta por ciento de los clientes.  
Sin embargo, el poco de fe que aún conservo en ella se debe a la que tal vez sea la anécdota presocrática más hermosa que haya subsistido a los avatares del tiempo y que Platón la contaba más o menos en estos términos: 
Se dice que en una ocasión, Tales de Mileto estudiaba los astros con tal concentración que se cayó a un pozo, entonces una hermosa y pícara criada tracia entre risas se burló de que en su afán por conocer el cielo desatendiera lo que estaba entre sus pies. 
Tal vez a doña Sibila le pasó lo mismo, vaya a saber qué cosa estaba prediciendo mentalmente en ese momento como para no poder predecir un cambio de nivel en el suelo. 

Tales no solo desarrolló su teorema, además parece que al igual que mi vecina podía anunciar cosas venideras y fue el primero en predecir un eclipse en el año 585 antes de nuestra era. Aun así, tal como a mi vecina prefiero recordarlo por la anécdota de su caída. 



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