viernes, 20 de noviembre de 2015

Sobre la asistencia de las musas


El monólogo del día se propone dilucidar sobre la inspiración.

A veces creo que estoy inspirado y que estoy componiendo algo asombroso y al otro día cuando reviso lo hecho, me doy cuenta de que es una porquería y de que no fui asistido por ninguna musa o simplemente la musa me engañó. Así fue como deduje que, las musas pueden mentir, o no existen o simplemente jamás me visitaron, todas me resultan probables dada mi incapacidad para crear. Sin embargo, a pesar de ésta, mi desdicha, y siguiendo las enseñanzas de nuestro amigo René Descartes, voy a pensar y luego existir, de manera tal que no voy a convertir esta tragedia personal en una regla general y voy a intentar posicionarme por encima de mi propia experiencia para analizar la mecánica de la inspiración y la visita de musas.   

Desde los Veinte años escribo con cierta regularidad, y casi no me privé de ningún género literario: cuentos y relatos breves, poemas y letras de canciones, ensayos y frases. Atendiendo a lo épico, lo lírico y  lo dramático me pasee por todas las formas literarias conocidas y fracasé con rigurosa efectividad en todos mis intentos. Fue entonces cuando me percaté de que en mi casa estaba el timbre roto desde hacía por lo menos diez años y muy probablemente las musas tocarían dos o tres veces y al ver que nadie atendía se irían a la casa de Borges en la que siempre anduvo muy bien el timbre. Además es muy incómodo estar escribiendo y que llegue visita, yo particularmente opto por no atender, el problema es que podrían haber sido las musas quienes venían y yo para simular que no estaba en casa ni me moví de la silla, para colmo de males, Esas llegan cuando uno está trabajando en la obra de arte, casi nunca aparecen en el bar mientras uno está tomando una bebida espirituosa. Lo que si suele suceder es que cuando uno se tomó una bebida espirituosa puede creer que está siendo asistido por la musa y si comete el error de pedir lápiz y papel al barman y escribe lo que la musa le dicta notará al otro día que quien dictaba no era la musa, sino el Whiskey, que siempre dicta porquerías incomprensibles y carentes de todo valor artístico. En este sentido supe de algunos escritores, relativamente buenos, que decían tomarse unos tragos antes de escribir. No son pocos los críticos que defienden la idea de que por tomar eran buenos, yo niego rotundamente esto, no me quiero imaginar lo incómodo que debe ser para la musa dictarle cosas a un señor que está beodo, diciendo una y otra vez la misma frase mientras el escritor en vez de escribir la invita a salir y le promete vida prospera patrocinada con regalías jamás cobradas.  Tampoco quisiera estar en los zapatos de una musa que dictó versos propios de su divina esencia a un  borrachín que terminó presentando un libro con lo poco que pudo percibir del mensaje divino que le fue transmitido. En este caso bien podría la musa demandar por difamación, a quien publica libros horribles en su nombre.

Ya en el siglo XIX los psicólogos depositaron la inspiración en la psiquis y dejaron desempleadas a las musas, de hecho, algunas corrientes casi no le dieron cabida a nada ajeno a la psiquis, el mundo exterior perdió poder en el terreno de la inspiración, estaba madurando un hombre que hacía ya varios siglos iba en busca de la autosuficiencia, con la intención de erradicar toda metafísica. Luego la metafísica se convirtió en una casa abandonada que fue usurpada por ruines y oportunistas. Poco a poco la inspiración fue mutando y las musas fueron sustituidas por seres mortales al punto que muchos artistas dicen encontrar “su musa inspiradora” en sus desvencijadas mujeres.  
   
En términos generales la mayoría de los seres humanos suelen tener ocurrencias que les parecen dignas de ser escritas, luego en su pusilánime cotidianidad, dejan sus ideas en manos del olvido. En este sentido todos creemos que más de una vez estuvimos inspirados, y si consideramos a la inspiración como ese estado de locura en la que el poeta alcanzaba un frenesí divino en el que se conectaba directamente con los dioses, usted querido lector probablemente se planteará: ¡Qué lástima que se pierdan tantas ideas y que tantas inspiraciones hayan ido a parar al olvido por no ser escritas! Sin embargo yo le voy a ahorrar lamentos y le puedo asegurar que el problema más grande es el contrario: El mundo está repleto de textos producto de falsas inspiraciones y de supuestos encuentros con las hijas de Zeus, créame, el mundo está propasado de textos que no merecían ser escritos y bien les hubiese venido el olvido, sin embargo algunos charlatanes insisten en hacer creer a sus lectores que algunos dioses les dictan sublimes versos sin darse cuenta de que quien les dicta es en realidad el viejo de la esquina y que ellos no son más que loros parafraseando monólogos ajenos.  


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